Oliver Percovich, australiano de 34 años,
llegó a Afganistán siguiendo a una novia danesa. No es que tuviese intención de establecerse allí, pero ahora ha encontrado un estímulo que lo va a retener un tiempo:
ha abierto la primera escuela de skateboarding del país. Y
lograrlo no ha sido fácil. Los
talibanes llegaron a
prohibir el deporte nacional, volar cometas, así que lograr la
aprobación de los mulás ha llevado su tiempo. Pero
la han dado, tanto
los chiíes como los suníes. Con condiciones, por supuesto: las clases se dan
por separado a niños y niñas; ellas no deben tener instructores masculinos y, a
partir de los 12 años, las chicas no pueden patinar en espacios abiertos.
Por eso, en gran parte, están
construyendo un hangar, que financia el gobierno alemán, donde sí podrán hacerlo. El
diseño de las rampas lo hace desinteresadamente una estrella del monopatín,
Andreas Schützenberger. La escuela ya tiene
cien chicos matriculados –un tercio son niñas–, a pesar de que no estará a pleno rendimiento hasta el invierno. Percovich tiene un plan: habrá
dos horas de skate, pero antes, una hora de educación, especialmente en informática y comida. Dice que los
afganos poseen un don natural para el skate.
«Tienen más equilibrio que los occidentales porque no les da miedo caerse y se levantan otra vez.» Sin duda, los golpes no son una novedad en su vida.
Info: XLSemanal
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